martes, 10 de abril de 2012

Haile Gebreselassie. La Historia de una superacion continua


“Desde el altar de la gloria es difícil mantener la mirada a la altura de tus semejantes, quienes lo hacen obtienen el verdadero éxito. Los demás se ahogan en las aguas de la vanidad”
















Relajaos escuchando esta bonita musica ” Dancing in the wind” nuestro protagonista parece que juega con el viento, baila y convive, dando a su zancada un aire pleno de libertad.


Antetodo bien sabeis que no es mi estilo ni tan siquiera mi idea inicial, pero cuando encontramos algo bonito, bien escrito y que fielmente se aferra al espiritu de este blog, no podemos dejar pasar la oportunidad de poder compartirlo con todos vosotr@s.

Me voy a permitir con permiso de Héctor, poder colgar este precioso artículo de una historia dura y al mismo tiempo maravillosa.

Y en realidad como muy bien explica él, es un bonito cuento. Dificilísima situación, tanto familiar como geográfica, pero con empeño y contar con la suerte de cruzarte en el camino de un ojeador, que disfrutaba de sus vacaciones, este cuento ha tenido un final muy feliz, para nuestro pequeño protagonista.

Nuestro hijo de Halcón, voló rápido y pegadico al suelo toda su vida.

y paso a trascribir integramente dicho articulo.  (Javier Castañer)


ARTÍCULO DE HÉCTOR PECO PUBLICADO EL 23 JULIO 2008

A veces los cuentos imposibles son los únicos que tienen guión posible, son los que más despiertan el alma, y cuentan las mejores historias de superación, supervivencia y llegada al éxito por méritos propios. Hoy me ha dado por la historia de uno de los mejores personajes que ha dejado el deporte en esta última década, quizás el mejor de la historia en su disciplina. Por ahora, no diré quién es él, sólo te invito a nadar entre su biografía, para valorar lo que luego se ha convertido, después de muchas miserias, en una historia de hadas, que sin trabajo, dedicación y auténtica pasión por este deporte, no hubiese sido posible.



Era un 18 de abril de 1973, un día caluroso, uno de los tantos que aparecen en Arsi, Etiopía, a lo largo del año. Todo hubiese sido normal, si en la historia escrita del cielo, este nacimiento no hubiese estado marcado como el de un “elegido de Dios”.

En la familia cundía la alegría, pero sin demasiado festejo, ya que la guerra, la pobreza, y el tener un hijo más no era motivo para gran alboroto, dieron en llamarlo Haile, el hijo del Halcón, me atrevería a decir, del halcón más rápido de todos.


El joven Haile fue creciendo rápidamente, era un chico más bien bajito, pura fibra, quizás demasiado menudo para su edad, pero no vivía en circunstancias demasiado dignas, por lo que su estatura y su complexión pasaban desapercibida.

Para ir al colegio, Haile recorría todos los días 20 kilómetros, junto a sus hermanos. De vez en cuando corriendo, otras muchas a paso rápido, pero siempre la misma distancia, descalzo, situación que para un crío de 6 años era muy dura; sin embargo se trataba de luchar por algo importante, algo que vale la pena dentro de un país que está en guerra, recibir una educación.

Así fueron pasando los años, el joven Haile iba creciendo y se iba haciendo cada vez mayor en años, pero poco más alto en altura. Mientras combinaba los trabajos que le iban saliendo, para aportar un poco de dinero, a veces sólo comida a la familia, se entrenaba, se dejaba la piel corriendo, era la mejor forma de evadirse del todo, sentirse tan ligero como el viento, tan rápido como una gacela y tan frío en las emociones como los leones.


Su sueño siempre el mismo, salir de su país para convertirse en alguien importante.

A veces la vida tiene estas cosas, cuando piensas que todo está acabado surgen oportunidades que no puedes dejar escapar, y fue así, como un observador descubrió al joven Haile, en un viaje de vacaciones que casi estaba tocando a su fin en el norte de Kenia, más concretamente en Arsi.


De lejos observó a un joven que corría desde lejos, con mucho estilo y sin complejos, con un fondo envidiable que lo hacían volar y seguir hablando con parsimonia de santo; pero aún así quedaba la duda, tan sólo era un chico más de los muchos que había visto en aquel viaje de verano.

Fibra, músculo, velocidad y toda una vida por conquistar, porqué no darle una oportunidad.

Con 16 años estaba colmando uno de sus sueños, salir de su país para hacer lo que más le gustaba correr. Le dijeron que iba a hacer atletismo, pero un poco le daba lo mismo, no sabía que era exactamente, pero le gustaba la idea, sólo tenía que hacer lo que todos los días hacía…correr.

Atrás toda una juventud, una madre enferma, nueve hermanos muriéndose de hambre, y en sus manos la posibilidad de salvar a su familia, no tenía elección, viajaría a Europa con el extraño blanco que días atrás había conocido.

Al llegar a Europa, Haile vio cumplir su sueño, toda una civilización, ciudades llenas de luces, que él jamás había visto en su vida, aquello era lo que siempre había deseado, pero le daba miedo, no conocía nada.

Al día siguiente de llegar tocaba correr, con el mismo pantalón de lino oscuro que había cogido de su casa, para decir verdad, el único que tenía, con la misma camisa de tirantes blancos y descalzo, todo estaba listo, sólo faltaba que le dijeses desde que lugar, y hasta dónde tenía que correr.
Entre alborozado y sin saber que decirle, le esperaba su entrenador, inmaculado con un chándal azul marino, con un crono colgado sobre su pecho y miles de aparatos para tomar marcas y tiempos. Bajo su brazo llevaba un regalo, que no tardó en darle a su pupilo, unas zapatillas último modelo de atletismo. Al joven Haile, le faltó preguntar para qué servía todo aquello, sin embargo se las calzó y vio que no estaba cómodo.









Dio las gracias, volvió a descalzarse y voló por aquella pista pavimentada tan rápido como pudo.


Así lo hizo durante días, sus pies eran libres y no podían adaptarse a esa gran zapatilla, que en su vida había soñado tener. Compitió así durante meses, descalzo como siempre lo había hecho, y destacó, destacó como ningún rival, que asombrados, veían como el niño recién llegado de la selva les daba un recital tras otro sobre la pista.

Muchas medallas, muchos trofeos, importantes sumas de dineros que puntual cada mes mandaba hasta su casa para ayudar a los suyos, que si bien muy alejados en la distancia, era el motor para sus fibrosas piernas, el motor que lo llevó a ganar en todas las carreras.

Pero no fue hasta el 92, con 21 años, cuando Haile dio su gran salto deportivo, convirtiéndose en campeón del mundo en dos disciplinas, cinco mil y diez mil metros. Así hasta llegar hasta la actualidad. Dos veces campeón olímpico, cuatro veces del mundo, dos veces segundo y una más tercero.



Sobre la pista había crecido una leyenda de nuestro deporte actual, Haile Gebrselassie, un auténtico personaje de un cuento de desgracia que tiene final feliz. Una historia de superación, que a mí por lo menos me hacen mirar la vida de una manera diferente.


Queridos compañeros de +ADA, este articulo también ha sido publicado recientemente en blog de nuestro miembro en Junta Javier Castañer http://pedaladascontraelcierzo.wordpress.com/ un blog lleno de historias contadas a su manera y desde el corazón. 

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